La Yerba Mate
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La Yerba Mate

[wpc_special_heading text_align=»left» heading_1=»La yerba mate. Sus propiedades.» heading_1_color=»#ffffff» heading_1_font_size=»80″ heading_2=».» heading_2_color=»rgba(255,255,255,0.01)» heading_2_margin_top=»20″ heading_2_margin_bottom=»20″ heading_2_font_size=»80″]

La yerba mate contiene xantina y teophylina, dos alcaloides que se destacan por sus usos terapéuticos. La xantina en la yerba mate se llama “mateína” y provee una suave relajación de los músculos. Este es uno de los motivos por los cuales el mate es un buen dilatador de los bronquios. La mateína también estimula al sistema nervioso central sin crear hábito ni adicción, lo que la diferencia de la cafeína. Además, actúa como un diurético suave y relaja los conductos sanguíneos, lo que contribuye a reducir la presión y a mejorar la actividad psicomotora sin efectos nocivos posteriores, tales como el insomnio y la irritabilidad.

El mate ofrece una rica composición química y, como estimulante natural, favorece la actividad mental y física. Además, el mate es rico en vitaminas del tipo B y facilita el ingreso de azúcar en músculos y nervios. Por su parte, las vitaminas C y E actúan en las fibras del organismo y funcionan como defensa natural. A su vez, las sales minerales actúan como vaso dilatador, ayudando en el trabajo cardiovascular y la circulación de la sangre. El efecto del mate como estimulante del sistema digestivo es bien conocido. El mate activa los movimientos peristálticos y facilita la digestión, lo que resulta muy útil para combatir el estreñimiento y estimular el movimiento normal de los intestinos.

En definitiva, el aporte de la yerba va más allá de la energía y de la vitalidad. El mate no solo ayuda a aumentar la concentración y la resistencia al sedentarismo, sino que también contribuye a disminuir la ansiedad y el nerviosismo, y hasta mejora estados de ánimo, incluso en casos de depresión. No es casual que la ronda de amigos con la que se suele acompañar al mate guarde estrecha relación con todos estos efectos.

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En 1544, Hernando Arias de Saavedra, Hernandarias, observó que los indios llevaban un pequeño saco de cuero alrededor de su cuello, conocido como “guayaca”, que contenía hojas de yerba mate triturada a la que llamaban “ka’a”. Los indios mascaban estas hojas o las tomaban en forma de una infusión que preparaban en una pequeña calabaza llamada “matí”, que dio origen a la expresión “mate”, y la bebían con una bombilla hecha con un canuto de caña de tacuara.
En las primeras décadas del siglo XVII, los jesuitas perfeccionaron la técnica de cultivo de yerba, y esta se convirtió en el primer producto exportable al resto de las provincias coloniales, lo que generó importantes beneficios económicos. España, para competir con el té que comercializaban los ingleses, puso a la venta la yerba mate picada para hacer una infusión que se popularizó en Europa como “El té de los jesuitas”. Ellos conocían el secreto de la obtención de las semillas y sus características de cultivo, lo que les permitió desarrollar las plantaciones de yerba mate de alta calidad. Pero la presión ejercida por los terratenientes portugueses y españoles, quienes veían en la incipiente República Jesuítica un peligro para sus intereses, y el hecho de que la Compañía de Jesús solo acataba las directivas del Papa, llevaron a que los jesuitas fuesen expulsados de América en 1767 por orden del rey Carlos III de España. Como consecuencia, se perdió la tradición del cultivo metódico y racional de la yerba mate, lo que llevó al abandono de los yerbatales, que solo crecían aleatoriamente en distintas zonas del Paraguay, en algunas áreas de la provincia de Misiones y en el sur de Brasil.
Recién en 1896 y tras un proceso de pujas de intereses en las zonas cultivables, se logró idear un nuevo método para cultivar yerba mate basado en las técnicas empleadas por los indios guaraníes y los jesuitas que se habían perdido desde su expulsión del continente americano. Pero es recién en 1911 que se produce la verdadera expansión de los yerbatales en la Argentina, hasta que, en 1935, y debido a la gran demanda, se dictaron normas de regulación para su cultivo.

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Indígenas y Jesuitas

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Hernando Arias de Saavedra